-Artículo-
Las ecofeministas y feministas ecológicas coincidieron en el Primer Encuentro Nacional Artístico-Cultural: Ecofeminismo, Etnias y Alimentación Transgénica, celebrado del 13 al 17 de junio en Uruapan, Michoacán, en Mêxico, lugar hasta donde llegaron indígenas, campesinas, académicas, investigadoras y funcionarias. Recordaron las palabras dichas a principios de junio en el marco de la celebración del Día Internacional del Medio Ambiente, por Thierry Lemaresquier, coordinador residente del Sistema de las Naciones Unidas en México, quien aseguró en Monterrey: “México aún no ha conseguido revertir la degradación ambiental en su territorio y eliminar las presiones que la causan. El enfoque autosustentable no se ha podido incorporar a las políticas públicas del gobierno mexicano”. El Informe de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, elaborado a petición de las Naciones Unidas por mil 360 personas expertas de 95 países, afirma que la acelerada reducción en la biodiversidad es resultado de la degradación de los ecosistemas por la actividad humana, y ejemplifica: “Durante los últimos 30 años disminuyeron en un 40 por ciento de las poblaciones de vertebrados terrestres, marinos y de agua dulce. El 12 por ciento de las aves, 23 por ciento de los mamíferos, 25 por ciento de las coníferas y el 32 por ciento de los anfibios están bajo amenaza de extinción. Las pesquerías del mundo han disminuido en un 90 por ciento desde el inicio de la pesca industrial, y sólo queda el 10 por ciento para que el hombre avorazado liquide la vida en los océanos”. Las y los participantes del Primer Encuentro organizado por Instituto Michoacano de la Mujer (IMM), y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en coordinación con el municipio de Uruapan, coincidieron que el interés del ecofeminismo o feminismo ecológico es frenar la degradación del medio ambiente, problema social que requiere una movilización urgente y que involucra a mujeres y varones por igual, si lo que se quiere es evitar una crisis ambiental cuyas consecuencias serían desastrosas para la humanidad entera. Un poco de historia En 1974, Francoise d’Eaubonne, una de las precursoras de este movimiento, adoptó por primera vez el término ecofeminismo, en el que destaca las conexiones históricas, biológicas y sociales entre la naturaleza y las mujeres y considera que la explotación y opresión de ambas es consecuencia del dominio del hombre y del orden patriarcal. El ecofeminismo considera a las mujeres como una categoría única, sin distinción de clases, castas, razas, religiones, etnias y edades, postura que se mantuvo hasta los años 80 y que recuperaba la visión de los valores matriarcales y la implantación de la cultura femenina. A principios de los 90, cuando dicho concepto todavía tenía aceptación y continuaba en auge, surgieron las primeras investigaciones, estudios, reflexiones teóricas a cargo de “feministas ambientalistas”, lo que trajo nuevas líneas de pensamiento sobre la interacción mujeres-medio ambiente-recursos naturales-desarrollo sustentable. Del ecofeminismo inicial surgieron nuevas tendencias, todas preocupadas, ocupadas e interesadas por el cambio de las relaciones entre las personas y el medio ambiente. El feminismo ecológico Una de ellas, el “feminismo ecológico”, concepto que a decir de la integrante de la organización Milenio Feminista, Friné López Martínez, echa atrás la definición de ecofeminismo, pues “no es por nuestras cuestiones biológicas reproductivas (como mujeres) por las cuales estamos en contacto con la naturaleza”. La activista establece que “cualquiera que sea el interés de las mujeres frente a la naturaleza, ésta se da de manera diferenciada con los hombres en virtud del sexo/género, resaltando dicha vinculación como conocedoras, usuarias, afectadas, productoras y/o consumidoras de los recursos naturales y del medio ambiente”. “El ecofeminismo ya tuvo su tiempo, su época… Por eso estamos propiciando desde hace diez años otro acercamiento a las relaciones de mujeres y hombres con la naturaleza, con el medio ambiente, con el desarrollo sustentable”, acota al recordar que es Bina Agarwall quien acuña el término como una propuesta alternativa al ecofeminismo de Vandana Shiva, ambas investigadoras de la India. La investigadora del Instituto Michoacano de la Mujer (IMM) Miriam Sánchez Arredondo coincide con López Martínez, y agrega: El feminismo ecologista pone énfasis en la necesidad de luchar y transformar desde el feminismo y el ecologismo simultáneamente, que la relación mujeres-medio ambiente toma formas distintas de acuerdo a la clase social, raza, casta, etcétera, y que la destrucción ambiental afecta principalmente a las mujeres y al conjunto de las poblaciones pobres de los países del “Tercer Mundo”. Relación mujeres-naturaleza Lejos de polemizar sobre el concepto, la directora del IMM, Rubí de María Gómez Campo, destacó que el ecofeminismo tiene que ver con la recuperación de la visión ancestral que algunas culturas tienen de lo femenino asociado a la tierra. “Por su capacidad reproductiva, las mujeres son asociadas míticamente a través de leyendas y de la tradición oral a la tierra como fecundadora de vida y como madres en la capacidad nutricia. Esto es, la tierra no sólo da vida sino que alimenta”. Reconoce: “Las causas del grave deterioro ecológico están fundadas en la relación que el ser humano establece con su entorno, en su forma de percibirse y asumirse para con el planeta, en la distancia tan grande que hay entre sentirse parte de un mundo y asumirse dueño de éste”. La asesora externa de la Secretaría de Cultura de Michoacán, Margarita Verduzco, considera, por su parte, que “el asunto no es que la ecología sea sólo una cuestión de mujeres, sino de entender que todos, independientemente del género, debemos tomar una forma mucho más materna de cuidar la vida. Desde siempre las mujeres hemos cuidado la semilla, en todos los significados: en nuestros propios vientres la hemos dado a luz y cuidado del fruto y con esa idea de maternar al mundo, hombres y mujeres, podemos maternar la tierra”.